Por: Eva Ortoll
A menudo pensamos que somos privilegiados por la disponibilidad y cantidad de información a la que actualmente podemos acceder. Aunque, en realidad, la cantidad de información a la que estamos expuestos puede suponer un arma de doble filo.
Nos ponemos eufóricos pues consideramos que con un simple “klic” podemos saber casi todo de cualquier cosa (cómo se mueve la competencia, el mercado, los clientes…) y eso nos da alas. Pero también quedamos abrumados después de hacer el “klic”, quizá los resultados no eran lo que esperábamos… o tenemos tantos resultados que no sabemos por dónde empezar…
Con todo ello, ¿tomamos decisiones suficientemente informadas para hacer avanzar nuestro negocio? ¿La información con la que tomamos decisiones estratégicas, es fiable y completa? A ello se añade el síndrome de quererlo todo y cuánto más mejor. Pero, ¿realmente tenemos claro sobre qué queremos estar informado? La Inteligencia Competitiva, puede ayudarnos un poquito en todo ello. Vamos a ver cómo.
Las técnicas y procedimientos proporcionados por la Inteligencia Competitiva tienen como objetivo ayudar a los directivos a tomar decisiones en base a la exploración de la información del entorno.
El resultado de dicha exploración son los llamados productos de inteligencia. Los productos de inteligencia pueden tener una complejidad muy variada, desde un sencillo informe de la presencia de nuestra competencia en las redes sociales hasta un complejo mapa sobre la evolución de una determinada tecnología. ¿Pero, por dónde empezar?
La Inteligencia Competitiva se centra en monitorizar la información del entorno. Por ejemplo, nos puede interesar hacer un seguimiento de los comentarios que los clientes de un producto de la competencia hacen en las redes sociales.
Eso quizá nos pueda dar pistas para nuestro negocio. O nos puede ser útil estar al día de normativas legales que nos pueden condicionar. El rango de necesidades puede ser muy amplio. Antes de implementar un proyecto de Inteligencia Competitiva en nuestra empresa debemos tener claro los objetivos del mismo.
Aquí es dónde debemos sentarnos directivos y las personas que coordinarán la función de Inteligencia Competitiva. Sí, aquí conviene hacer un largo café (o varios cafés) con el equipo directivo para concretar qué información del entorno necesita cada área de negocio, y cómo quiere que se la hagamos llegar.
Los directivos no quieren largos informes que no se van a leer, tampoco información en su bandeja de entrada cada tres días. Los directivos necesitan información concreta y útil que les ayude a lidiar con el entorno competitivo (que todos sabemos que no sólo es la competencia directa).
Así, a priori, cuando se pregunta a un directivo sobre qué quiere estar informado la respuesta es “sobre todo lo que afecte el desarrollo de mi negocio”. Pero quizá ese todo sea demasiado ambicioso y, sobre todo, ambiguo.
Por ello lo primero que debemos definir son los Factores Críticos de Vigilancia. Y, ¿qué entendemos por Factores Críticos de Vigilancia (FCV)? Son aquellos aspectos sobre los que se van a focalizar los recursos de captura, selección y análisis de información.
La definición de los FCV nos permitirá concretar los recursos a destinar, los productos de inteligencia a elaborar, así como la periodicidad de estos, entre otros factores. Por ejemplo, un FCV puede ser un informe mensual sobre la evolución de la una tecnología, o un gráfico semanal sobre la presencia de la empresa en noticias de prensa… Esta tarea que a priori parece sencilla y es quizá una de las más importantes en el proceso de Inteligencia Competitiva.
Además, determinará, en gran medida, el éxito de las acciones que se va a implementar. A veces, menos es más. No queramos tener información, sobre TODO lo que debemos desear es información FILTRADA y ANALIZADA que nos resulte útil en el proceso de toma de decisiones y en la elaboración de la estrategia de nuestra empresa.