Si una marca convence a un grupo de que su calidad es consistente, única y de que vale lo que cuesta, entonces es competitiva. ¡Anímate a contar tu historia!
Por: María Boisson
La comunicación de la identidad es sin duda el atractivo y, al mismo tiempo, el detonante detrás de la eficacia, esa capacidad de producir un efecto deseado o de ir acorde con determinada cosa. Y en este punto cobra importancia la personalidad: ¡entenderla! ¿Y esto cómo se logra? A través de la identificación de tu potencial, tus intereses y tus motivaciones.
Si cuentas bien tu propia historia, serás capaz de influir en la percepción de tu servicio o de tu producto. ¡Estarás comunicando! Aunque creas que no estás diciendo nada. Bien decía Paul Watzlawick, uno de los principales autores de la teoría de la comunicación humana y del constructivismo radical, “no se puede no comunicar”…
Sin embargo, es cierto que la comunicación es compleja y requiere mucha experiencia para dominarla medianamente. En efecto, entran en juego no solo las palabras, sino la comunicación no verbal: expresión facial, lenguaje corporal y el tan olvidado tono de voz, entre otros factores, que pueden impactar mucho más incluso que las palabras.
Es una buena práctica que observes cómo se comunican tu madre, tu novio(a), tus amigos, tu jefe, tus clientes o tus colegas. ¿Cómo hablan? ¿Cuál es su tono? ¿Qué palabras utilizan? ¿Cuál es el contenido que transmiten? ¿Es posible descifrar su esencia?
A veces pasa que no captas el mensaje y entonces entra en juego un tema sumamente importante: el entendimiento, porque no es igual escuchar, que oír, que entender…
Por eso para las marcas, y esto aplica para empresas y para ti que estás leyendo, la comunicación es EL RETO -en mayúscula- a trabajar en entornos altamente competitivos, donde es necesario comportarse y comunicarse como un contador de historias, porque así y solo así será posible que en cada día, cada momento y cada punto de contacto con el público, se transmita un relato auténtico, creíble, relevante y emocionante.