A cuentagotas y generalmente por los pasillos, así me fue enseñando liderazgo, mi propio padre. La pequeña empresa familiar, me integró a mis tímidos 16 años, tímidos, ácratas y rebeldes 16 años. Se prodigaba con el ejemplo, pero iba aprovechando hechos y circunstancias para casar precisamente con la enseñanza la frase lapidaria y contundente destinada a no ser olvidada jamás. “El que no suma, resta”, me dijo. Y seguía andando.
En una ocasión, concluida la reunión de equipo de los miércoles, en la que se analizaba el último balance y “la tira de la venta”, aquel papel surgido de la calculadora Burroughs… ¡chas chas rrraaca!!…: “Así vamos y el objetivo es “X”, así que ¡a darle con alegría a la chamba!” (el “curro”, el “laburo”, etc.).
Días mas tarde, “resta” ya no estaba. No supe a qué hora “se fue” (lo…“fueron”). Durante esa última reunión, y en público, el “Sr. Resta” se dio a la tarea de boicotear la junta semanal, discutiendo todas y cada una de las cosas que se hablaba, no solo a mi padre, el líder, el gerente, sino a los compañeros que aportaban ideas de mejora, en toda clase de cosas: eficiencia operativa, servicio más oportuno, solución de problemas a una clienta, compras más oportunas, no perder una cotización por 2 precios donde no éramos los mejores…mil cosas. A todo discutía. Porque… porque sí. Básicamente. Estaba en su naturaleza, como el alacrán que fue cruzado por la rana de un extremo a otro del río y la picó a medio camino.
Había pasado mas veces. “Tarjeta amarilla”, dijo un día el jefe al salir de la reunión. “Dos amarillas”, dijo semanas después. Y entonces vino otra sentencia para toda la vida, y en inglés para mas INRI: “Nadie nunca puede conculcarte las dos principales habilidades del liderazgo mano, to hire and to fire. Contratar y despedir. Hay que saber hacer las dos y hacerlo a tiempo”. Parafraseando al recién difunto Jack Welch, a quien gustaba de leer respecto de una frase en que hablaba de la formación/capacitación, sentenció “si crees que es caro despedir…¡prueba a no hacerlo!”.
“Tienes que ser padre, hermano mayor, madre, consejero, coach, sicólogo, confesor, orientador vocacional, amigo, jefe enérgico y jefe suave. Todo eso con una sola persona, de modo que imagínate cuando hay muchas a tu cargo”. Siempre alerta, sabiendo ver la vulnerabilidad que alguien pudiera tener, y escondiendo la suya propia. Por no más cosa que por ejemplaridad y para dar certidumbre a los demás cuando vinieran malos tiempos. Era un ser empático y compasivo. Sí, pero benévolamente intransigente también.
Es complejo el arte del liderazgo en tiempos normales. Cuando hay adversidades como este cocktail explosivo sanitario y económico, al líder se le complica aún mas la gestión de las personas. No solo los “aguafiestas de oficio” como el referido al inicio. No solo los deprimidos, agobiados, angustiados, boicoteadores y tóxicos, sino también los no-comunicativos, no-participativos, no-conscientes, no-comprometidos y no-implicados, son en los equipos a día de hoy, según algunos artículos de reciente lectura, como el 70% de las plantillas. ¡el 70%!
Cada noche se aplaude a los trabajadores sanitarios: doctoras, médicos, enfermeras y enfermeros, ayudantes, afanadores, paramédicos,… De vez en cuando el aplauso refiere a la tarea de quienes distribuyen la comida, los que atienden en el súper, las y los cajeros, taxistas, conductores de transporte público fuerzas de seguridad y orden público, limpiadores/as,…. Se aplaude a los que arriesgan. Pero las y los líderes no tienen buen cartel. Y están a merced no solo de un desgaste intelectual y sicológico brutal, sino además han de ser resilientes y, por lo general, tragarse sus preocupaciones y únicamente estar ocupados.
El que no suma resta, y los tiempos que corren nos darán enseñanzas de liderazgo, excepcionales. De entrada, ya hemos aprendido que el liderazgo femenino ha sido mucho mejor gestor de la crisis del COVID19. Y seguramente sus economías sufrirán menos, precisamente por ello. Se notarán los liderazgos emergentes, se evidenciarán los disfuncionales o simplemente no-liderazgos, sino tan solo títulos de líder, sin ejercicio de tales. Saldrá a la luz la categoría de los miembros de los equipos. Porque la adversidad tiene eso que tienen los torrentes e inundaciones: que la mierda sale a flote.
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